El proyecto del Templo de la Paz, espacio ecuménico en el campus del Centro Universitario Positivo (Unicenp), en Curitiba, fue desarrollado por el arquitecto Manoel Coelho. El templo, apoyado sobre fundaciones en balsas, parece flotar en el lago y tiene acceso por medio de pasarela metálica. También en acero, la estructura es cerrada por vidrios y protegida por brises de alumínio, combinación responsable por la leveza de la propuesta.
El proyecto comenzó a ganar forma en 2002, después de la conclusión de las primeras etapas de implantación de la universidad, que ocupa terreno de 360 mil metros cuadrados marcado por grandes extensiones de áreas verdes, por el lago ampliado y por edificaciones que revelan racionalidade tectonica y sensibilidad estética.
El templo ecuménico se destaca por la singularidade y sencillez de su propuesta: un volumen poliédrico, protegido por brises de alumínio y anclado en el lago. El acceso a él es hecho por pasarela con estructura metálica que parte de la plaza frontal, donde se sitúa una escultura en piedra bruta y bronce, sobre la rosa de los vientos estampada en el pavimento.
Con casi 30 metros de extensión y cuatro de ancho, la pasarela tiene piso en malla de acero, que permite ver el agua bajo los pies. El local de la implantación y la elección de los materiales pretenden definir un espacio para la meditacion, conectado a la naturaleza. “Los usuarios deben olvidar el mundo exterior”, dice Coelho.
El proyecto comenzó a ganar forma en 2002, después de la conclusión de las primeras etapas de implantación de la universidad, que ocupa terreno de 360 mil metros cuadrados marcado por grandes extensiones de áreas verdes, por el lago ampliado y por edificaciones que revelan racionalidade tectonica y sensibilidad estética.
El templo ecuménico se destaca por la singularidade y sencillez de su propuesta: un volumen poliédrico, protegido por brises de alumínio y anclado en el lago. El acceso a él es hecho por pasarela con estructura metálica que parte de la plaza frontal, donde se sitúa una escultura en piedra bruta y bronce, sobre la rosa de los vientos estampada en el pavimento.
Con casi 30 metros de extensión y cuatro de ancho, la pasarela tiene piso en malla de acero, que permite ver el agua bajo los pies. El local de la implantación y la elección de los materiales pretenden definir un espacio para la meditacion, conectado a la naturaleza. “Los usuarios deben olvidar el mundo exterior”, dice Coelho.
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