La capilla de Notre Dame du Haut (Iglesia de Ronchamp)

Notre Dame du Haut está ubicada en una colina donde se levantaron desde tiempos remotos monumentos de culto y que sucesivamente fueron destruidos por circunstancias diversas. A pesar de que Le Corbusier había desechado en numerosas ocasiones encargos religiosos, en esta ocasión se sintió atraído, primero por la idea de construir un recinto para pensar y meditar alejado de la iconografía religiosa y segundo por el lugar, por las mil leyendas que se superponían como los templos que se levantaban sobre las ruinas de la construcción anterior.

La única condición que antepuso Le Corbusier al arzobispo de la diócesis y principal entusiasta de que fuese él, el arquitecto que llevase a cabo las obras, fue tener absoluta libertad. “Yo les dije que no me importaba la iglesia, que yo no pedía nada y que, si la hacía, sería a mi manera. Me interesaba como obra plástica”, escribió mas tarde. Su idea fue construir un recinto en el que los materiales se presentasen en toda su pureza. Un lugar donde meditar y donde la sonoridad adquiriese protagonismo y los espacios estuviesen libres de cualquier aditamento. Pretendía un dialogo de la materia y la luz. El predominio de las curvas y el juego de materiales hacen de La Ronchamp una obra única. El contraste de color entre los muros y la cubierta unido al movimiento curvilíneo de los elementos y la elevación de la cubierta con respecto a los muros hace que la obra adquiera una espiritualidad y una elevación insuperables. Le Corbusier tardó cinco años en construir La Ronchamp, fue uno de los proyectos que más profundamente trabajó, haciendo un seguimiento personal de las obras. Cuando en 1955 fue inaugurada todavía no estaba convencido del juego de luces que el pretendía que se proyectasen sobre el altar y continuó investigando año y medio hasta que al fin lo consiguió. Esta obra es el máximo exponente de uno de los dos extremos entre los cuales se despliega la personalidad y, por ende, la obra de Le Corbusier. Aquí la mentalidad cartesiana, programática desaparece, dejando lugar a un intenso lirismo basado en la voluptuosidad de las masas construidas y la libertad formal.





























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